"Durante las noches claras, el trazo lechoso de la Vía Láctea cortado por oscuras grietas, el suave tejido de la nebulosa de Orión, el brillo límpido de Júpiter, el resplandor de las estrellas azules y de las estrellas rojas, de las estrellas que parpadean y nos hacen guiños y señales, el centro palpitante de la galaxia, el espectáculo en fin del viejo cielo siempre nuevo -¿quién advierte la muerte de una estrella cuando millones nacen y millones viven quemándose y transformando en luz la inerte materia del espacio?- me atraía con la fascinación de un abismo.
Adivinaba en ese trozo de universo la parte de un gran todo, la clave de un secreto turbador que yo no podía descifrar temiendo que mi fe se destruyera y el único apoyo de mi existencia se precipitara en la nada"
Texto: Fragmento de "El agua envenenada" de Fernando Benítez.
Fotografía: "Noche helada en Oaxaca" de Erika Arias.
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