Hace dos años se desprendió de mi ser una parte importante, reveladora del amor, del conocimiento, del sentimiento y de la transmisión de éstos a través de la palabra, de la palabra convertida en magia y sueños, la poesía...
Yo había vivido varios años atada a esos versos, ilusiones, pasiones que emanaban en versos de flechas incendiantes para atravesar mi alma, corazón y sentido... Mario Benedetti, un nombre, un hombre, un maestro, casi un padre, padre de letras, sus palabras siempre como refugio de mis sentimientos, de mis deseos, de mis ganas... preocupaciones, certidumbres y muchas pobres dudas.
Así se me fue el sentido de la hilaridad poética, del sueño de amor que murió con tu nombre pero espera renacer en tu semilla injertada en mi alma, sé que le falta madurar, convencerse de que su serie lúcida ha terminado y es tiempo de renovar e innovar, de caminar y marcar nuevas huellas...
Y así estaba, expectante, irregularmente inquieta de la incertidumbre, del miedo al devenir, del llanto ante el recuerdo, pero siguieron constantes y sonantes esas resistentes seguridades del poema, del crecimiento interior reflejado en las letras del pasado, las que me abrieron un nuevo camino...
Nunca había leído su prosa, sus versos eran los suficientemente alentadores para conservar mi calma e incluso salvación, pero esto nunca se termina, y en el oscuro sentimiento de ambigüedad siniestra necesitaba consejos dignos de reinterpretaciones, de seguridades, por eso tomé La Tregua y empecé a leer la exquisitez de una prosa directa, simple, singular y caladora; estremecedora hasta el ombligo, renuente a otro pensamientos, liberadora de emociones que habían quedado atrapadas por el monstruo del olvido, o en su defecto, escondidas en penumbras.
Y aquí están, para mí, para ti, para más... para quien pueda apreciarlas, reconocerlas, aprehenderlas y abrigarlas... necesarias son para el enriquecimiento del ser y del SER...
"Yo mismo he fabricado mi rutina, pero por la vía más simple: la acumulación. la seguridad de saberme capaz para algo mejor, me puso en las manos la postergación, que al fin de cuentas es un arma terrible y suicida. de ahí que mi rutina no haya tenido nunca carácter ni definición; siempre ha sido provisoria, siempre ha constituido un rumbo precario, a seguir nada más que mientras duraba la postergación, nada más que para aguantar el deber de la jornada durante ese periodo de preparación que al parecer yo consideraba imprescindible, antes de lanzarme definitivamente hacia el cobro de mi destino. Que pavada ¿no? Ahora resulta que no tengo vicios importantes, pero creo que ya no podría dejar de postergarme: éste es mi vicio, por otra parte incurable. porque si ahora mismo me decidiera a asegurarme, es una especie de tardío juramento: "Voy a ser exactamente lo que quise ser", resultaría que todo sería inútil. primero, porque me siento con escasas fuerzas como para jugarlas a cambio de la vida, y luego, porque ¿qué validez tiene ahora para mí aquello que quise ser?"
Fragmento de "La Tregua"
Mario Benedetti.
No más postergación, es tiempo ya de actuar!
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