martes, noviembre 03, 2009

Fallece Lévi-Strauss, padre del estructuralismo

Este año se nos han ido personas que han aportado notablemente a la sociedad desde sus diversas trincheras, todavía sufro por la muerte de Benedetti y Mercedes Sosa.


Y ahora muere un genial antropólogo, ahhhh... Es un gran modelo a seguir, innovador en el estudio de las ciencias sociales, amante de las civilizaciones antiguas y no-occidentales, recolector de hongos en sus ratos libres, fotógrafo y viajero incansable, entre muchas otras cosas que lo hicieron llegar a 100 años de vida y de la cual se ha despedido no sin antes dejar grandes enseñanzas a cada uno de los que hemos podido leer sus escritos.


Algún día tal vez pueda llegar a ser como él, sí, creo que me equivoqué de carrera, quiero ser antropóloga social, bueno, después de ser psicóloga social! jajajaja... No, no me equivoqué de carrera, la comunicación me encanta y al final de cuentas estoy en el estudio de las ciencias sociales, ya es tiempo de quitarle el estigma de inservible al estudio de la comunicación y aplicar los métodos de las ciencias sociales en su desarrollo.



Mejor dejo la nota:

El próximo 28 de noviembre habría cumplido 101 años. El antropólogo Claude Levi-Strauss, padre del estructuralismo, falleció en París –ayer trascendió su muerte el pasado fin de semana– dejando tras de sí una vida dedicada innovar el pensamiento y a cambiar la mirada de la sociedad occidental hacia las llamadas culturas «primitivas» o «salvajes».


Levi-Strauss desapareció con la discreción que le caracterizaba, en silencio, sin grandes funerales ni despedidas multitudinarias. Su muerte sorprendió a todos cuando ya se habían celebrado sus exequias en la intimidad familiar. El último gesto humildad de una gran personalidad en el plano intelectual y humano.



ARROGANCIA OCCIDENTAL / «Odio los viajes y los exploradores. Y aquí estoy aprestándome a relatar mis expediciones...». Así empieza Tristes trópicos (1955), la obra con la que Levi-Strauss revolucionó su época desmontando la idea de que hay sociedades superiores a otras y, en consecuencia, destruyendo las pretensiones científicas del racismo. Durante su vasta carrera, no dejó de denunciar la arrogancia occidental poniendo de relieve la complejidad y riqueza cultural de las civilizaciones consideradas inferiores. «Nada permite afirmar la superioridad o inferioridad intelectual de una raza respecto de otra», sentenció.

Nacido en Bruselas en el seno de una familia judía, a los 27 años Levi-Strauss partió a Brasil para enseñar sociología en la Universidad de Sao Paulo. De su contacto con los indios bororos y caduveos del Mato Grosso y los nambikwaras de las selva amazónica nace una inquietud por el planeta que le convertiría en precursor del ecologismo. «Los humanos se dirigen hacia una especie de envenenamiento interno», había declarado.

A su regreso a París, en 1941 tuvo que emigrar a Nueva York huyendo de la amenaza nazi. Allí conoció al lingüísta Roman Jakcobson, cuya colaboración fue determinante para el nacimiento del método estructuralista, que pone el acento en la estructura y no en el sujeto, en el todo sobre la parte. Es decir, es la sociedad la que moldea al individuo. Lévi-Strauss aplicó este sistema al conjunto de sus estudios.



UN PRECURSOR / En El pensamiento salvaje (1962), el antropólogo exploró los mecanismos ocultos de las culturas, defendiendo que eran igualmente complejos en las sociedades sin escritura que en las consideradas desarrolladas. En su obra, denuncia también lo que califica de «uniformización del mundo». Adelantándose de nuevo a su tiempo, predice los efectos perfersos de la globalización. «La humanidad se instala en una monocultura, se apresta a producir una civilización de masa», lamentó en una de sus raras entrevistas el hombre que escrutó la mitología y desveló el enigma del tótem.

Hace un año, el museo del Quai Branly, dedicado a las civilizaciones no occidentales, celebró el centenario del antropólogo con un homenaje al que finalmente no asistió. Pudieron verse, no obstante, su colección de arte –1.500 piezas recogidas durante sus expediciones– y las magníficas fotografías tomadas en 1930 de las tribus brasileñas.

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